El negocio de la muerte

Según se sospecha popularmente la actual tendencia es crear nuevas patologías transformando etapas normales de la vida en procesos que necesitan un servicio. «Los laboratorios farmacéuticos inventan enfermedades» es una frase conocida, pero, ¿Realmente hace falta inventar una enfermedad si se involucra a la prensa mundial en el negocio?
Lo que se dice en la red sobre los laboratorios. Por Andrea Saenz para BWN.

Por empezar no existe ética:
El negocio de la muerte, Pfizer y otros laboratorios Por: Clemente Ferrer para Aragon Liberal

Los laboratorios estadounidenses Pfizer han adquirido Wyeth y han satisfecho 50.000 millones de euros. La proeza refuerza a uno de los colosos del medicamento. Pero Wyeth vende condones, píldoras abortivas y anticonceptivas. Por ello, Pfizer amplía con esta adquisición su cuota de mercado en el negocio de la muerte. Muchos usuarios reaccionan adquiriendo fármacos alternativos con el mismo principio activo. Así que, laboratorios como Bayer o el propio Pfizer, esconden la prescripción del medicamento bajo el título de “anticonceptivos de emergencia.”

Por otra parte, en la Ciudad de México se congregaron los ministros de Salud y Educación para frenar la lacra social del sida en Latinoamérica y el Caribe. En el acontecimiento, delegados del área caribeña resolvieron introducir el impulso de la abstinencia antes del matrimonio y de la fidelidad después de los esponsales, como fórmula para luchar contra la expansión de las enfermedades de transmisión sexual. Estas propuestas fueron rechazadas.

A lo largo de la historia, el ser humano ha instruido a sus benjamines en la disciplina de modo que se tornaran en personas adultas. Sin embargo, durante los últimos años, la sociedad ha preparado a sus oriundos, no para que consigan ser mayores, sino para que sean adolescentes perennes, incapaces de realizarse como hombres.

Esto se evidencia en la conducta de los muchachos, que son mezquinos por el arranque hacia la pesquisa del deleite individual. En los jóvenes ya no sirven los juguetes sino las drogas; ya no sirven los esféricos sino el alcohol; ya no sirven las golosinas sino el sexo.

¿Quiénes ganan? Los fabricantes de condones que se enriquecen con el apasionamiento sexual que acaban en los chiringuitos abortistas, como Planned Parenthood, que florece con unas ganancias millonarias.

De ahí la ingenuidad de los Ministros de Salud y Educación, al obstaculizar el impulso de la abstinencia antes y la fidelidad después de los esponsales, porque su interés real no es la felicidad de los adolescentes, sino apartar de ellos todo tipo de equilibrio personal. Propagan el preservativo y el comprimido del día después, porque estos hábitos ofrecen “placer sin consecuencias”, mientras que la abstinencia y la fidelidad exigen disciplina y arrojo, que la juventud actual rehúsa.

Si se educara a los adolescentes, éstos se fortalecerían, lo que haría más espinoso manosear sus inclinaciones en el consumo. Como resultado, la especulación de los fabricantes de preservativos no obtendrían las millonarias ganancias.

CLEMENTE FERRER ROSELLÓ Presidente del Instituto Europeo de Marketing, Comunicación y Publicidad

Opina Sabina Cabariti en La Nacion
Inventar nuevas enfermedades, un negocio para los laboratorios

Los laboratorios farmacéuticos inventan enfermedades transformando procesos naturales o etapas de la vida normales, como el envejecimiento, el embarazo, el parto, la infelicidad o la muerte en algo que debe recibir medicamentos. O sea que no se limitan a hacer publicidad de sus fármacos, sino que además promocionan las enfermedades a las que se dirigen.

La promoción de las enfermedades tiene por objetivo convertir a la gente sana en pacientes, convertir un proceso normal en un problema médico, por ejemplo,  la caída del pelo, desperdiciando recursos enormes y causando en muchas ocasiones un daño secundario.

Existen varias formas de crearlas como ampliar el espectro de las enfermedades. Por ejemplo, si se reducen las cifras anormales de presión arterial, de un día para otro, muchas personas que un día estaban sanas amanecen convertidas en hipertensas, por lo que deben tomar medicamentos.

Otra vía es convertir los síntomas en un problema de salud, como ocurre con el colesterol: nadie se enferma del colesterol, porque es un factor de riesgo, pero lo tratan como si fuera eso, una enfermedad.

Una tercera táctica es convencer a la gente de que condiciones normales, como la menopausia o el embarazo, son patologías que hay que medicar.

O sea que convertir problemas y situaciones comunes de la vida, como el envejecimiento, la timidez, la menopausia, la tristeza o la soledad, en enfermedades que pueden tratarse con fármacos es una de las argucias utilizadas por la industria farmacéutica para vender mejor sus productos. Las estrategias de mercado que se utilizan suponen un reto global a los agentes interesados en salud pública. Al final no son sólo los médicos, sino los ciudadanos y los gobiernos los que demandarán también una respuesta global.

Es decir, es un negocio. Para cada droga inventan un mal. La industria farmacéutica gasta miles de millones de euros en actividades de promoción para que los médicos prescriban, las farmacias vendan y los sujetos consuman los productos que fabrica.

La idea es difundir problemas personales y sociales como alteraciones de salud, por ejemplo,  un desánimo pasajero como depresión.   Elevar un riesgo a enfermedad: el obsesivo control del colesterol. Promover síntomas poco frecuentes como epidemias: la disfunción eréctil y la disfunción sexual femenina. Transformar síntomas leves en señal de enfermedad grave: síndrome del colon irritable.

Es un proceso complejo y bien planeado por las corporaciones farmacéuticas, con el apoyo de algunos y publicaciones de corte científico, que luego soportan grandes campañas de publicidad. El objetivo es el lucro a través de la venta de medicamentos.

Es decir que muchas de las campañas de salud patrocinadas por la industria farmacéutica están diseñadas generalmente para vender fármacos más que para informar o educar sobre la prevención de la enfermedad y la promoción de un estado de vida saludable. De esta manera, muchos signos y síntomas han sido elevados a la categoría de enfermedades importantes, como es el caso del síndrome del intestino irritable, el colesterol elevado o la osteoporosis; la calvicie, la timidez, la tristeza, la baja estatura, la pereza, la disfunción eréctil, la disfunción sexual femenina, el aumento de peso, la andropausia y la menopausia

Asi es que la publicidad consigue medicalizar casi toda la experiencia humana y alienta el consumo de medicamentos para condiciones físicas, molestias o circunstancias vitales que no los requieren o no se benefician consumiéndolos. El resultado final es lo que otros han denominado «construcción corporativa de la enfermedad» que difunde condiciones clínicas como subdiagnosticadas o no suficientemente reconocidas, alarmando a la población para que consulten a los médicos y les alienten a identificar o bien su malestar o bien el tratamiento farmacológico deseado.

Por eso, se puede decir que sin los médicos  no hay enfermedad: unen síntomas, recogen datos, alimentan estadísticas y producen informes (casi siempre financiados por la industria), que luego se difunden en congresos patrocinados por esas mismas drogas.

La revista Nature divulgó los resultados de un estudio según el cual el 70 por ciento de los grupos médicos que elaboraron guías para tratar enfermedades, tenían conexiones financieras con laboratorios.

Distintos laboratorios dan viajes a congresos de psiquiatría, traslado y alojamiento en hoteles, desayunos. Los congresos de psiquiatría cuentan con el apoyo masivo de la industria farmacéutica, que desembolsa fuertes sumas de dinero en concepto de becas, armado de stands, de actividades “científicas”, fiestas para los médicos, cenas y en hoteles.

Por su parte, la Argentina es un país rentable para los laboratorios. Una reciente investigación muestra que el 15 por ciento de un total de 276 encuestados en la ciudad de Buenos Aires consume psicofármacos: tal prevalencia es una de las más altas a nivel mundial, superando el 3,5 por ciento del Reino Unido, el 5,5 por ciento de Estados Unidos, el 6,4 por ciento de Europa, el 7,2 por ciento de Canadá. El gasto de medicamentos en la Argentina significa entre el 25 y el 30 por ciento del gasto de salud, casi el doble de países como Estados Unidos, Alemania y Canadá.

La industria farmacéutica actúa estableciendo relaciones personales directas con cada uno de los médicos desde el día que ingresan al hospital a hacer su residencia. Ese día le piden la matrícula, se presentan y comienza el trabajo de adiestramiento.  Así, la industria ha implementado una estrategia eficaz de venta y promoción de sus productos.

Esta industria es un negocio y toda beca o esponsoreo forman parte de una estrategia sostenida por conceptos teóricos de mercadotecnia dirigidos a promover generaciones de médicos psiquiatras que dependan de los laboratorios. Los viajes a los congresos de psiquiatría en el exterior o incluso a las jornadas nacionales son casos cotidianos donde los psiquiatras  piden “ayuda” a los laboratorios.

Por otra parte, el cirujano Sherwin Nuland, ganador del American Book Award en 1994, habla de la tenacidad del cuerpo humano, capaz de servirnos por seis, siete y hasta ocho décadas porque es difícil enfermarse, y el 90% de las personas que van a un médico o no tienen nada serio o mejoran por sí solas. Hacia el final de la vida, nuestro cuerpo nos envía señales algunas veces claramente reconocibles de que el momento ha llegado: tener la valentía de reconocerlas nos proporciona alivio y consuelo, y hasta nos permite morir de la misma forma que lo hacían nuestros abuelos, en paz y rodeados del amor de sus cercanos

Sin embargo, la psicofarmacología ha sido un gran avance de la medicina y su uso racional permite aliviar el padecimiento psíquico de muchos pacientes. Pero preocupa  la incidencia de esa estrategia de venta en  la práctica de los médicos psiquiatras.

Por ejemplo,  actualmente desde los medios de comunicación advierten que los laboratorios envían a los colegios cartillas que generan el uso desmedido de los medicamentos. El aumento de los casos de niños en edad escolar que son derivados por el Síndrome de Déficit de Atención (ADD) en todo el país para un tratamiento farmacológico preocupa a pediatras, psicólogos, psicopedagogos y psiquiatras quienes piden mayor control por parte del Estado.

Existe un  incremento de sobrediagnósticos de ADD en niños en edad escolar y preescolar por parte del personal docente y, como consecuencia de ese hecho, de la sobremedicación de metilfenidato -la droga empleada en esos casos- en los niños.

Este es un problema grave, del que son concientes la mayor parte de los profesionales de la psicología y muchos pediatras y neurólogos.

Desde el   Ministerio de Salud de la Nación se debería  alertar por los sobrediagnósticos de ADD y por los efectos secundarios de la medicación, así como las conductas adictivas que producen en los niños.

La sobreexigencia de padres sobre sus hijos y la presión escolar de alto rendimiento que se repite en colegios de todo el país es uno de los contextos donde germina esta tendencia.

Entonces podemos decir que los laboratorios mandan cartillas a los colegios para crear la demanda de psicofármacos. Y a razón de ello, muchos docentes y personal de gabinete de algunos colegios diagnostican sin estar facultados y los padres ven en esta opción de tratamiento la resolución de un aspecto sensible para ellos: “los miedos ante el éxito o fracaso de sus hijos y al riesgo de quedar excluidos del sistema.

Por esta razón,  actualmente y en “diferentes institutos educativos nacionales de nivel preescolar y primario” a los alumnos que “no atienden en clase” se les hace un diagnóstico “carente de verdadero rigor científico” y se los medica “con drogas de uso legal» para cuadros complicados de salud.

Nosotros por nuestra parte, deberíamos  dejar de confiar en la información patrocinada por empresas farmacéuticas sobre enfermedades que tratan de catalogar la mayor cantidad de personas saludables como enfermas. Para eso se necesitan médicos justos, una comunidad informada y encontrar rápido fuentes de información independiente.

El manejo irregular de síntomas y la excesiva medicación, con el supuesto de llevar a estados ideales de salud no probados, es por completo cuestionable. Los médicos deben mantener una independencia plena y apartarse de prácticas que promuevan el comercio injustificado.

Links interesantes:
http://wordpress.eldedoenlallaga.com/category/enfermedades-inventadas/
Gripe porcina: Mexico tiene mas de 100 millones de habitantes, los muertos por la enfermedad son solo 159 Link BWN

«Inventan enfermedades para comercializar fármacos»

Tengo 55 años. Nací en Oviedo, donde soy catedrático y profesor de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos en la universidad. Soltero y sin hijos. Me interesan las políticas con alta sensibilidad social. Soy ateo, pero partidario del catolicismo civil

¿Los trastornos mentales se inventan?

Sí. Según el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, en los últimos 50 años, sobre todo a partir de los 80, dichos trastornos han crecido un 200%.

¿A qué se debe?

Al marketing farmacéutico, a la promoción de medicamentos a costa de definir supuestas enfermedades. Problemas de la vida que no eran relevantes, o que las personas entendían y trataban sin calificarlos de enfermedad, fueron capitalizados por la industria farmacéutica para comercializar fármacos.

¿Por ejemplo?

La fobia social responde a una estrategia de convertir la timidez, una manera de ser, en una categoría diagnóstica que ahora se asume como una enfermedad con base biológica. Lo mismo ocurre con el trastorno de pánico.

¿Temor súbito ante una situación?

Sí; en realidad es una derivación de los aspectos somáticos de la ansiedad. Es decir, que lo han desgranado de una categoría más amplia para comercializar un fármaco.

… Si resulta útil.

Un ataque de pánico responde a circunstancias personales de la vida que tienen que ver con tu pasado, con tu presente y con la perspectiva de futuro en la que estás situado. Si lo descontextualizamos convirtiéndolo en una categoría con supuesta base biológica, lo dejamos a merced de una medicación que, en el mejor de los casos, es sintomática, es decir, que no cura, sólo rebaja los síntomas.

¿Me está diciendo que todo es una cuestión de dinero?

Sí, pero eso es algo públicamente conocido, no descubro ninguna mano negra; y eso es lo escandaloso, que no provoque escándalo.

Trastornos como la depresión han alcanzado proporciones epidémicas, ¿por qué?

Hasta los años 80 la depresión se consideraba un trastorno menor. El boom de la depresión está relacionado con la promoción del famoso Prozac, que, después de la aspirina, es uno de los medicamentos más consumidos.

En el 2005, los más vendidos fueron los psicofármacos.

Este fenómeno está relacionado con la medicalización de la vida cotidiana, es decir, convertir problemas consustanciales a la vida en síntoma y enfermedad, para luego ofrecer soluciones mágicas que convierten a la gente en consumidora. Está dentro de la misma tendencia que el consumo. De hecho, estas campañas se denominan técnicamente campañas de sensibilización a la población.

¿Como los charlatanes de feria?

Sí, pero ahora con toda la tecnología, sofisticación comercial y el enmarque de la investigación científica.

Estábamos con la depresión.

La gente ha aprendido a plantear los problemas de la vida -frustraciones, decepciones, dificultades en el trabajo, expectativas incumplidas…- como depresión, entendiéndola como un desequilibrio neuroquímico que se soluciona con fármacos.

Quizá nos cueste hacernos cargo de nosotros mismos.

Sí, es más cómodo atribuir nuestro malestar a cuestiones genéticas. Hay un estudio importantísimo de la OMS que demuestra que los trastornos psicóticos se superan en un 63% en los países en vías de desarrollo y, sin embargo, en el Primer Mundo sólo en un 37%.

Sorprendente.

… Y paradójico. El problema es que aquí tratamos los trastornos psicóticos, la esquizofrenia por ejemplo, como enfermedades de base biológica únicamente remediables mediante la medicación, y no está nada claro que la esquizofrenia tenga una causa biológica establecida. Pero lo que sí está claro es que los trastornos psicóticos están relacionados con las circunstancias de la vida.

Aquí, si tienes un brote psicótico, te llevan directo a urgencias y te ingresan.

Así es, y trabajan los síntomas de acuerdo con el fármaco: si sigues oyendo voces, te dan un fármaco más fuerte. Es importante saber que la medicación antipsicótica es, en el mejor de los casos, sintomática, no actúa en la supuesta causa orgánica.

¿Qué hacen en el Tercer Mundo?

Como no tienen nuestros medios, la gente con estos síntomas no es segregada de la comunidad, no pasa a ser un enfermo que entra en una carrera psiquiátrica de hospitales, urgencias…, y se recupera antes que quien es atendido en el mejor centro de Londres.

¿Pero la esquizofrenia no es una enfermedad crónica?

Ya ve que en el Tercer Mundo hay una alta remisión. Habría que matizar, pero la propia medicalización de un fenómeno puede convertir el fenómeno en enfermedad.

Con esto de que todo es genético nos están dejando muy indefensos.

Es un fenómeno cultural de los últimos 20 años, porque no hay bases científicas sólidas que lo prueben. Los trastornos mentales tienen que ver más con la persona y sus circunstancias que con el cerebro. Además, los síntomas tienen un sentido, ocurren por algo, son significados a los que uno debe atender y no eliminar; eso es como matar al mensajero.

Menos fármacos y más filosofía de vida.

Exacto. Y ahora las medicaciones que se aplican a los adultos se tratan de generalizar a los niños, y no hay estudios sobre los efectos secundarios. Es muy preocupante.

Lógica del consumo

Mariano Pérez con Héctor González, investigadores universitarios expertos en psicología clínica y psicofarmacología, han escrito un libro necesario, La invención de los trastornos mentales (Alianza Editorial).

En él indagan con rigor las razones del aparente deterioro de nuestra salud mental, sobre todo en los últimos 20 años, y muestran cómo los intereses comerciales de las industrias farmacéuticas llegan a crear y publicitar nuevas enfermedades mentales para ofrecernos fármacos que actúan sobre los síntomas. «Considerar los trastornos mentales como enfermedad es una falacia. Culpabilizar al cerebro y a los genes es una tendencia muy actual relacionada con la lógica del consumo».

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