«Los mapuches verdaderos son muy pocos», Casamiquela

Cuestionador de la politización a la que se han deslizado las agrupaciones indígenas, Casamiquela sostiene que esa actitud conduce a desmejorar las posibilidades de explorar pasado y presente de esos pueblos testimonios.

El paleontólogo y arqueólogo Rodolfo Casamiquela ha dedicado su vida al estudio de las raíces de la Patagonia. Nació en Jacobacci y desde su etapa de los pantalones cortos que trabaja para unir las piezas del rompecabezas del pasado, de los primeros que pisaron estas tierras.

Su pasión es el estudio de la toponimia y los significados de los nombres de las denominaciones antiguas. En este camino ha publicado la toponimia de Neuquén, La Pampa, Buenos Aires, Río Negro, de Chubut y otras.

– Al terminar la primaria ya tenía esa curiosidad y en la secundaria, en Buenos Aires, iba a estudiar mapuche a la Biblioteca Nacional sin saber que mis compañeritos de la escuela lo eran- comentó a este diario días pasados.

Se define como el último hombre capaz de pronunciar la lengua tehuelche del norte de la Patagonia. Después de años de estudio puede pronunciarlo y descifrar su gramática. Su objetivo es dejar grabado en un compacto el amplio material reunido durante tantos años de estudio.

Opina que no está mal que ahora se pongan nombres mapuches a los niños, pero consideró que es necesario que esa recuperación de la personalidad se complemente con un reaprendizaje de la cultura.

– Ningún muchacho joven aprende la lengua y acá debe haber muy pocos hablantes del mapuche -reflexiona Casamiquela.

Escribió 24 libros entre individuales y compartidos y 400 trabajos de investigación y aún le quedan por editar siete libros más. Todo depende de los recursos. Muchos de ellos le llevaron mucho tiempo. Algunos como «Los linajes de los Yanquetruz», 34 años. Fue presentado recientemente en Puerto Madryn -donde reside desde hace tiempo- y en Viedma. Esta entrevista está dedicada a la historia de los tehuelches en La Pampa y la Norpatagonia.

– Siguiendo su bibliografía y sus escritos, uno llega a la conclusión de que aún hay mucho por descubrir sobre los tehuelches. ¿Es una conclusión acertada?

– Sí, sí… es un capítulo de la historia tan mal conocido que hoy no se escucha más que hablar del mapuche. Los tehuelches se autoolvidaron y es curioso, porque aquí hay muchos descendientes como los Chagallo, Yanquetruz, Sayhueque, Foyel, Catriel, Chiquichano, Chelqueta, Chingolé, Chalao, Chacamata, Cuál. Son los tehuelches que quedan, los llamados pampas. Fue un linaje de enorme poder potencial que se fue araucanizando o mapuchizando a partir de la lengua. El mapuche es chileno y pasa al ámbito pampeano de la Argentina en 1820 cuando las guerras intestinas de Chile, que son las mismas de acá con la Revolución de Mayo. Pero a la Patagonia los mapuches llegaron con la conquista del desierto entre 1890-1900. Son muy pocos los mapuches verdaderos. La expresión mapuche en la Argentina es a partir de la década de 1960.

– ¿Por qué desaparecieron los tehuelches?

– El tema es la lengua del parlamento para tratar con el español. Era superior la del mapuche tipo inca más desarrollada y apta que la de los cazadores tehuelches. Creo que por ahí empieza y luego se pone de moda, se empieza con los nombres de personas. Con la lengua viene la religión y se va produciendo una mezcla en la que no sólo domina lo mapuche sino que esta cultura incorpora mucho de lo tehuelch como la famosa danza loncomeo, el gualicho, que es el alto Dios tehuelche, chulengo, la boleadora, todo el arte rupestre de esta zona es de origen tehuelche. El mapuche no tiene profundidad histórica, son 100 años aquí. En 1950 vino el autor Erice, del más grande diccionario mapuche, y no encontró ningún hablante de esta lengua en Viedma, por ejemplo. Aquí quedaban los Linares (un Linares que fue cautivo se casó con la hija del cacique máximo de esta zona) en la Laguna de El Juncal, pero eran tehuelches. También son ascendientes de los Entraigas, los Castello. Los derechos que reclaman hoy los mapuches sobre la tierra no existen.

– ¿Esta posición le ha traído complicaciones?

– Es la historia. No es teoría. Ahora las cosas se están moviendo políticamente. El tema es la tierra. Entonces, los mapuches de Chile dicen que son argentinos y empiezan a reivindicar que están de toda la vida en la Argentina. Pero al historiador eso no le importa y los políticos, los abogados no lo saben si no…»

– Igual, a los mapuches no les debe gustar nada esto que usted afirma, ¿no?

– No, se arman muchas discusiones pero yo no vengo a discutir sobre los mapuches sino a presentar el mundo tehuelche. Las agrupaciones indígenas son políticas y, algunas, catequísticas como el CAI, que buscan otra finalidad. Los tehuelches no se agruparon y por ahí se aceptan como mapuches-tehuelches, como en Chubut. El último parlante de la lengua tehuelche murió en 1960 ciego desde hacía años y fue resucitando la lengua en Chubut a medida que lo visité durante años, cuando yo era joven, cuando me di cuenta que se debía salvar esta lengua. Logré hacer una gramática que ahora se reeditará ampliada. El tehuelche fue la etnia más alta del mundo, alcanzando con frecuencia los dos metros. En 1896 Delavaux, un francés que iba por la ruta Nº 40 en el sur de Chubut, excavó una tumba de un tehuelche y lo midió: 1,99. En la península de Valdez, otra excavación permitió establecer otra estatura de dos metros.

– Los españoles los definían de gigantes…

– Sí, pero sucede que ellos eran de baja estatura y además veían a los tehuelches parados en un médano, sin duda que debían parecer gigantes.

– ¿Cuál fue el espíritu de los españoles que llegaron a esta zona?

– Primero fue la búsqueda del oro. Cuando se funda Patagones ya están los Borbones en el trono de España y cambió la cosa, empezó la colonización. Entonces las instrucciones que traía Viedma era de tratar muy bien a los indígenas, de aliarse, no buscar más esclavos. Además a esa altura ya se ha descubierto que la Patagonia no es rica en oro pero estaba el mito de la ciudad de los Césares, un lugar perdido en la Patagonia en donde los descendientes de los españoles tapados en oro habían alcanzado la inmortalidad. Es el primer mito que nació en América junto con el de los gigantes. Los mitos más antiguos de América son de la Patagonia».

– ¿Qué queda por descubrir en la Patagonia en cuanto a nuestras culturas testimonio?

– Por ejemplo, el significado del arte rupestre, que es el más antiguo de América. Las manos pintadas por afuera, las negativas, como se llaman, datan del noveno milenio antes de Cristo. No hay en Estados Unidos una pintura tan antigua. He podido descifrar, trabajando con etimología y varios datos etnográficos, las grecas, que son el último estilo que llega hasta 1850. Esas guardas que se encontraron, por ejemplo, en la Segunda An

gostura del río Negro. Cuando pasa Moreno la primera vez -creo que en 1876- describe que el gualicho, que es el autor de la pintura para los tehuelches, les tiraba piedras a los chicos y las mujeres como un rito antifeminista que revela que estaba vigente eso. Creo que como los onas, que son tehuelches que pasaron a la isla, había ceremonias antifeministas. Esos ritos de clanes de hombres para mantener dominadas a las mujeres. Un secreto, mi querida amiga, que hemos perdido los hombres.

– ¿Cómo era la sexualidad de los tehuelches? ¿Tenían una mentalidad más abierta que nosotros y convivían sin problemas con la homosexualidad, por ejemplo?

– No, para nada. De los tehuelches no tenemos ninguna información y entre los mapuches existían, pero eran muy mal vistos los «weiel», los invertidos. Lo que había era una sexualidad más libre. La mujer soltera era dueña de su vida sin que esto degenerara en una prostitución abierta, pero nadie le preguntaba después, si se casaba, si alguien había entrado por la parte de atrás del toldo, o no. Y las viudas también tenían libertad, pero no las casadas. El hombre tenía autorizado hasta matarla si había infidelidad.

– ¿Y las mujeres tenían el mismo derecho ante un hombre infiel?

– No, porque eran patriarcales. El hombre podía tener varias mujeres, las que podía mantener, por eso entre los onas el mejor cazador que existió a fines del 1800, Causen, tuvo cinco mujeres porque era el único capaz de cazar tantos guanacos como para alimentarlas a todas. Los primitivos tehuelches eran cazadores, lo que sucedió que muy temprano empezó el contacto con el blanco y con ello el sentido del comercio. Cuando se fundó Patagones en 1779 recalaban aquí para comercializar plumas de avestruz, guanacos, económicamente mucho más importante de lo que uno cree, en 1850 en Punta Arenas, y en 1865 los galeses en el valle inferior de Chubut, lugares que luego fueron de colonización. Paralelamente llega el gusto por el mapuche por su tejido y la platería, que en Chile es de origen incaico. Además el blanco trajo el alcohol, el azúcar, el tabaco, lo que generó una dependencia entre unos y otros».

– ¿Qué alcance le otorga a la frase de Darwin «Patagonia Tierra Maldita»?

– Darwin dijo: ‘parece como que la maldición de la esterilidad se hubiera apoderado de la tierra’, cuando recorrió río arriba el Santa Cruz, que es un desierto espantoso. En ese contexto tenía razón. Fue el más grande paleontólogo norteamericano de todos los tiempos, el autor de la teoría moderna de la evolución y fue un enamorado de la Patagonia, de tal manera que antes de morir, muy enfermo, volvió hasta Comodoro Rivadavia para despedirse ‘del país del viento’.

– ¿Y sobre la evolución del hombre quedará algo por descubrir en la Patagonia?

– Lamentablemente las teorías de Ameghino quedaron superadas. El tenía una confusión con la edad de los terrenos que para él y los científicos de la época eran más antiguos de lo que son realmente. Como aquí y hasta Santa Cruz se encontraron monos sudamericanos, él los tomó como punto de partida de la línea que condujo al hombre actual, pero no fue así. El hombre llegó aquí, al fondo del embudo de América del Sur, en el décimo milenio antes de Cristo, junto con la fauna que migró del norte, como el caballo americano, que desapareció y luego regresó con el español, y los mastodontes, que son hoy los elefantes».

Estela Jorquera

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